Movimiento 11
Otra noche en el O’Hare
Hoy no habrá mucho que contar. No tendré mucho problema en quedarme aquí, espero. La gente ha ido disminuyendo poco a poco, en este momento estoy escribiendo el final de mi diario (por hoy) y cargando mi computadora. Lamento un poco mi falta de previsión que me dejará sin cenar. Le pedí prestado a mi primo para el pasaje de mañana, pero como no sé cuánto dinero vaya a costar, pues estoy maniatado en cierta forma. Ahora ya es tarde, de cualquier forma, todos los negocios de comida están cerrados. Será hasta mañana, pero ya fuera del aeropuerto, que coma algo. Pienso salir temprano de aquí, como a las 7 u 8 de la mañana, para buscar la dichosa estación de autobuses.
En este aeropuerto, el español y el chino abundan. Un ciclo permanente de avisos sobre la seguridad del aeropuerto rompe el monótono ruido de las caminadoras y los carritos de limpieza. Después de las doce, todo cambia. Tanto arriba como abajo, el sitio parece muy tranquilo, unos pocos pasajeros perdidos se pasean por los pasillos como espíritus en el pueblo de Pedro Páramo. Yo entre ellos, aunque no pasajero en el sentido estricto de la palabra, más bien un avenido que decidió que no tenía dinero para pasar la noche y se quedó aquí.
Mi corta exploración me llevó al otro lado, el ala “C”, que tiene asientos más cómodos para recostarse un poco antes de seguir mañana con la aventura. Ya me encontré el sitio ideal, una hilera de tres asientos en la sala C20, justo detrás de mí. Ya es miércoles, al menos en Michigan… mi reloj acaba de sonar. Cerraré la máquina y la dejaré cargar. Luego descargaré las fotos que me faltaron.
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